sábado, 11 de mayo de 2013

Hoy llueve

“Hoy llueve, y con la lluvia se va muriendo mi querer, con ella también se van mis tristezas, y la muerte nuevamente de una ilusión que así como nació también murió. Y ahora en mis manos solo queda un legado de recuerdos….”

Y es extraño, ver caer las gotas de lluvia, y recordarte
Es aún más extraño, saber que no te recuerdo con tristeza
Hoy te siento cerca, hoy siento como tu presencia me envuelve y me hace sonreír
Hoy recuerdo, tu cara, tu cuerpo, tu pelo y tus ojos
Tus ojos en los que cualquiera se perdía
que hacían a todos sentirse bien a tu alrededor
Tus ojos sinceros color miel
Recuerdo tu casa, tu patio, y como trepabas al techo para hablarme
tus manos pálidas,tu forma de caminar
Recuerdo la última vez que te vi
Cuando aun no llovía
No me viste Y no te vi sonreír por última vez
No te hable, no te invité
Luego te volví a ver acostado, en una caja de madera
Con los ojos cerrados y la cara raspada
No estabas bien peinado
Te habían peinado con el cabello hacia atrás 
y vestías una camisa de Adrián
Recuerdo las pabras de tu madre, de tu abuela, de mis amigos
“FUERZA”
“SE NOS FUE”
pero sobretodo recuerdo las de tu padre: 
“ÉL TE QUERÍA MUCHÍSIMO “
yo también lo quería muchísimo quería responder
pero ahí fue cuando todo se volvió real
y las lagrimas, como una llovizna ya no paraban

Es curioso
Ahora lo recuerdo y no lloro
Ahora llueve
y te recuerdo en cada gota
Y te recuerdo sin dolor
Te recuerdo entre sonrisas
Te recuerdo llena de gratitud
Te recuerdo y llueve como aquella noche.



viernes, 3 de mayo de 2013

Ella



Era ella la mujer más hermosa que habría de caminar la faz de este inhumano mundo, jamás había visto tal criatura andar con tal elegancia y vivaz mirar ¿El amor a primera vista existe?-me pregunté; Sería posible que fuera una mortal, no creo haberme maravillado tanto con una visión como aquel día…

Era un lunes por la tarde y aún no llovía, apenas se vislumbraban unas cuantas nubes en el cielo y yo tonto como siempre pensé que tal vez eran pasajeras, no imaginaba que ese día sería el día en que conocería el amor, o eso creía yo.

Caminaba hacia el parque, mí parque, el parque que tantas veces me había visto reír y llorar, el parque que tantas veces me vio caer y levantarme, el parque que es y sería siempre mi lugar favorito para estar, es un lugar maravilloso en el que personas de todas las edades van y hacen lo que les plazca, un lugar tan grande y tan hermoso que el mismo Jesucristo hubiera querido sentarse a leer allí, eran aproximadamente las 4 de la tarde cuando la vi, me pareció imposible que una mujer tan bella y tan sencilla a la vez pudiera estar ahí sola, sentada, sola, leyendo uno de mis libros favoritos, ¿acaso era una señal del destino? O ¿era acaso la vida jugándome una mala pasada? Bueno, quizás ella estaba esperando a su novio, pero ¡que digo! Esa diosa debe estar esperando a su marido, no concibo el hecho de que tal divinidad no tenga una pareja, estaba el mundo loco o era solo yo, nadie parecía mirarla, a nadie le importaba su presencia.

Ella, estaba ahí solo a dos bancas de donde me encontraba sentado, con un cigarrillo de esos finos en su mano y pasando las hojas de Rayuela de Cortázar con la mano izquierda, de vez en cuando me miraba, con sus ojos de miel, ¿alguna vez han sentido que se les corta la respiración? Eso sentía yo con cada fugaz cruzada de miradas que teníamos, mirada que hasta el son de hoy recuerdo como si hubiera sido ayer, no sé bien si fue un impulso, no sé bien si fue un momento de debilidad, no sé bien si fue que me desesperó el verla allí sola, pero me levanté de la banca así como cuando sientes que alguien te empuja, a tropezones y casi corriendo, cuando desperté de mi sueño, me vi caminando hacia ella, con una sonrisa estúpida en mi rostro, tuve que verme como un completo desadaptado porque ella se echó a reír, como si  acabara de ver un payaso, no había visto una sonrisa más perfecta, sus labios carnosos y tan rojos como la cereza que va encima de una limonada, y sus dientes todos en el lugar que corresponde, y tan blancos que las perlas del mar sentirían vergüenza; apagó su cigarrillo, me miró de la manera más dulce que me hubieran mirado jamás, ni mi madre me daba miradas como esa, y me dijo : “has estado mirándome desde que llegaste, ¿me parezco a alguien que conoces?”, yo solo podía pensar en si los dioses podían hablar con mortales ineptos como yo, me quedé sin habla, me congelé y de mi boca solo salió un nervioso “Hola”.

Antes de poder sentarme a su lado, comenzó a llover, inesperada y cruel lluvia, ¿no podías esperar a que me dijera su nombre? ¿no podías aguantar tu tempestad dos minutos más?, ella cerró su libro y me miró, -¿qué haremos ahora? Me dijo, -Pues conozco un café cerca de… no alcancé a terminar mi oración cuando dijo- bueno no se diga más, vamos; emprendimos nuestro recorrido, yo caminaba dos pasos atrás de ella para admirar su caminar… ¡DIOS! ¡Su caminar! Era un andar de niña y mujer a la vez, un andar juguetón y maduro, hermoso y despiadado, me estaba rompiendo el corazón verla tan lejos y tan cerca de mi.

Hablamos por horas, pudieron haber sido siglos que no lo hubiera notado, muy a menudo me perdía en el acento de sus palabras, en su pronunciación perfecta y en su acaramelada voz, yo hablaba poco, no quería desperdiciar tiempo en hablar de mí, cuando podía conocer a tan espectacular criatura, y digo criatura porque si de algo estaba seguro es que esa mujer no era de este mundo, no puede tanta perfección caber en tan esbelto y delicado cuerpo, simplemente no puede; la lluvia no cesaba ni un poco, pero a esas alturas el mundo se podía acabar que moriría feliz por haber visto al menos una vez a la que soñaría con que fuera la  madre de mis hijos, su nombre era Isabella y nunca jamás la olvidaré.

Las siete de la noche llegaron antes de poder siquiera darle mi número, me disponía a sacar mi tarjeta cuando la oí decir las palabras que romperían mi corazón, cual cristal que cae de una mesa, “ya no llueve y llegaré tarde a una cita si no me marcho”, me dio un beso en la mejilla izquierda y me prometió que volvería al parque y que esperaba verme en la misma banca de aquel día, se echó a andar calle abajo para tomar un taxi, lo último que vi de ella fue su larga cabellera negra y espesa como las profundidades del mar cuando subió a su carruaje; ahora pienso que fui muy tonto, debí haberla acompañado para al menos saber a qué lugar iba, pero no, me quedé allí sentado, peleando con mi yo interno y preguntándome si eso que acababa de vivir había sido una simple fantasía.

Mujer, robaste mi alma, mi corazón, mi cuerpo y mi voz aquella tarde y yo aún te espero sentado en la misma banca, ladrona de ilusiones vuelve, que yo aquí te espero.